Hoy desayunamos unas exquisitas y esponjosas rosquillas de anís. Las rosquillas son un dulce español típico de la fiesta de San Isidro. Se trata de un bollo frito u horneado (no tan habitual) que tiene forma toroide, es decir, forma de rosca, de ahí su nombre.
Las rosquillas de anís, son uno de los productos gastronómicos más famosos y tradicionales de madrid. Como ya se ha mencionado, este dulce es típico de las Fiestas de San Isidro Labrador, periodo que oscila entre el 11 y el 15 de Mayo. Antiguamente los madrileños las solían disfrutar en la feria, degustaban diversas variedades de rosquillas que compraban en estantes y puestos callejeros, en los que las tenderas las ofrecían amontonadas en grandes cestos o ensartadas en largos bramantes. En la actualidad, encontrar este tipo de rosquillas es muy habitual en las pastelerías de Madrid y el resto de españa en cualquier época del año.
Cuenta la leyenda que San Isidro Labrador, patrón de los madrileños, hizo brotar un manantial de agua golpeando una roca con su vara. En ese mismo lugar se alzó la ermita de San Isidro en el barrio de Carabanchel (distrito de la ciudad de Madrid), a la que todavía en la actualidad los fieles acuden en romería a beber el agua que sale de su fuente, sobre todo el 15 de mayo (día oficial de la fiesta de San Isidro). Al parecer, el emperador Carlos V y Felipe II enfermaron de unas terribles fiebres que se curaron tras ingerir el ‘milagroso líquido’ del caño. De hecho, sobre la fuente puede leerse: «O ahijada tan divina como el milagro enseña / pues sacas agua de peña, milagrosa y cristalina, / el labio al raudal inclina y bebe de su dulzura. / que San Isidro asegura que si con fe bebieres / y calentura trujeres volverás sin calentura».La tradición en esta fecha tan señalada es acudir a la pradera. La Pradera de San Isidro es el lugar donde se vive la auténtica Fiesta de San Isidro durante la mañana del día 15 de mayo. A ella acude multitud de gente en romería hasta la Ermita del Santo, donde la tradición manda beber agua del manantial. Este día, todos comen en la Pradera, donde los puestos de comida ofrecen las rosquillas de anís y otros platos típicos de Madrid. La zona se llena de chulapos, música y mucha gente con ganas de divertirse. La Pradera se encuentra junto al río Manzanares, frente al antiguo estadio de fútbol Vicente Calderón.
Sabías que…
La tradición de la costumbre de preparar rosquillas por San Isidro deriva de una tal «tía Javiera», la mujer que puso de moda estos dulces en la pradera madrileña. Al parecer, fue tal la fama que cogió su receta que pronto otros artesanos se subieron al carro, vendiendo las suyas y afirmando ser parientes de Javiera. De ahí la cancioncilla popular que surgió al respecto: “Pronto no habrá cachipé en Madrid, duque, ni hortera que con la tía Javiera emparentado no esté”.
En cosmopolitan cuisine nos encanta este dulce tradicional madrileño que lleva consigo tantos años de historia. Sus ingredientes son básicos, fáciles de encontrar en la despensa de cualquier hogar, siendo su forma de elaboración tan rústica como sencilla.
La receta de rosquillas que se detalla a continuación, es realmente deliciosa; los bollitos desprenden un aroma anisado que despierta a todos los sentidos. Su interior suave y delicado proporciona una textura abizcochada que se funde en la boca y su exterior ligeramente crujiente aporta esa dulzura que caracteriza y recuerda a los dulces de antaño, transportandonos inevitablemente a esas tardes de meriendas en familia que en otros tiempos se venían disfrutando.
Ingredientes (aproximadamente 40 unidades) :
- 500 G Harina
- 200 G Azúcar
- 150 Ml Leche
- 60 G Mantequilla
- 40 Ml Licor de anís
- 1 Huevo
- 1 Sobre de levadura de panadería deshidratada o 15 G de levadura de panadería fresca
- 1 Cdta anís en grano
- 1 Pizca de sal
- 200 Ml Aceite vegetal (Oliva suave, girasol…)
Elaboración:
Mezclar la harina con la levadura deshidratada (si se utiliza la levadura fresca, diluirla en la leche tibia y mezclarla con los demás ingredientes siguiendo el mismo procedimiento), la mitad del azúcar, la sal y el anís en grano.
Formar un montón en forma de volcán con la harina y poner en el hueco el huevo, la mantequilla derretida, el licor de anís y la leche.
Amasarlo todo con las manos durante 5 o 6 minutos y dejar reposar la masa un par de horas en un lugar tibio. Si es invierno y la temperatura de la sala fuese inferior a 22 o 24°C acercar la preparación a una fuente de calor (el horno precalentado a no más de 30°C será perfecto).
Cuando la masa haya doblado su volumen, formar pequeñas bolas de la misma con las manos untadas en aceite, para que la masa se pueda manejar bien y no se quede pegada en las manos. Hacer un agujero en el centro de cada bola y ponerlas sobre una bandeja cubierta con papel encerado especial para horno o plástico film transparente de uso alimentario.
Una vez se hayan formado los roscos, calentar el aceite en una sartén o cazo profundo y cuando éste esté bien caliente (aproximadamente a 170°C ) ir friendo en él las rosquillas (alrededor de dos minutos por cada lado, dependerá de lo grandes o gruesas que se hayan formado las rosquillas). Darles la vuelta con ayuda de una espumadera y retirarlas cuando estén ligeramente doradas.
Consejo…
Cuando llegue el momento de freír las rosquillas, se recomienda poner en la sartén sólo una unidad a modo de prueba, dejarla escurrir y comprobar que en su interior no quedan restos de masa cruda y que éstas están bien cocinadas. Con ello se tendrá un patrón de cocción y se podrán ajustar la temperatura y los tiempos de fritura en cada caso.
Depositar las rosquillas durante unos instantes sobre un papel absorbente para retirar el exceso de aceite de la fritura y cuando aún estén calientes, rebozarlas con el azúcar restante.
Dejar enfriar las rosquillas por completo sobre una rejilla y después presentarlas en un plato o fuente de servicio.
Las rosquillas se conservan bien durante varios días (no en las mismas condiciones de presencia ni frescura, pero igual de sabrosas) almacenadas en cajas metálicas o recipientes herméticos.