Con la llegada de los reyes magos ayer se dieron por finalizadas las fiestas de Navidad. Y en casa como manda la tradición en los últimos años, se rindió homenaje al día más deseado por los más pequeños (y no tan pequeños) con este fabuloso roscón artesano relleno de nata. Una verdadera delicia que nada tiene que envidiar a los comerciales; todo lo contrario. Como vengo escribiendo desde los comienzos del blog, las ventajas de preparar los alimentos en casa de forma artesanal son numerosas: las recetas se pueden adaptar a los gustos de los comensales y se pueden controlar los ingredientes en casos de intolerancias o enfermedades, sustituyendo (siempre respetando las medidas y proporciones de líquidos y sólidos) los componentes conflictivos por productos más adecuados a las necesidades de los convidados.
Como es costumbre en este blog, antes de detallar la receta del roscón de reyes, se presenta un breve resumen acerca de la historia y peculiaridades del producto en cuestión, en este caso de este dulce tan laborioso como exquisito.
El origen del roscón en realidad no tiene nada que ver con la llegada de los Reyes Magos a Belén para adorar al Niño, sino que parece estar relacionado con las saturnales romanas, éstas eran fiestas dedicadas al dios Saturno con el objeto de que el pueblo romano en general pudiera celebrar los días más largos que empezaban a venir tras el solsticio de invierno. Para estos festejos se elaboraban unas tortas redondas decoradas con higos, dátiles y miel, que se repartían por igual entre los plebeyos y los esclavos.
El pastel que hoy en día se elabora en España tiene forma de rosca, más o menos imitando una corona real, cubierto de frutas escarchadas, que semejan las joyas de la corona, y lleva escondida en su interior una pequeña sorpresa, a veces de gran lujo y valor. La tradición dice que quien la encuentra tiene que pagar el roscón. Se cree que la sorpresa representa al Niño Jesús, que tuvo que ser escondido y protegido en los días de su Nacimiento. En algunos lugares se incluyen dos sorpresas: una haba seca y una figurita. Si se encuentra el haba se ha de pagar el roscón o si no pagar el próximo, mientras que si se halla la figurilla se adquiere el derecho a ser coronado.
La receta del roscón de reyes es antigua en el mediterráneo y también se encuentran dulces semejantes en la Provenza francesa. Cuenta la leyenda que el rey francés Luis XV quedó encantado con el roscón y se dedicó a propagarlo, con una moneda en su interior como sorpresa, entre la aristocracia francesa y europea. Así fue como llegó a España, de manos de la Casa de los Borbones, donde recibió una excelente acogida. Pronto la costumbre pasaría de los nobles al pueblo llano, siendo Madrid y Sevilla importantes baluartes de esta obra maestra de la repostería. Poco a poco, todo el país e Hispanoamérica se fueron dejando seducir por su sabor único y actualmente es costumbre en muchos países merendar el Roscón de Reyes con chocolate los días 5 y 6 de Enero.
El bollo se elabora con harina, levadura de panadero, leche, huevos, agua de azahar, mantequilla, azúcar y sal principalmente, aunque se pueden añadir otros ingredientes, como el anís o cualquier aromatizante al gusto. La decoración es otro de sus puntos fuertes ya que le aporta un aroma impecable, un sabor más atrayente y un colorido vistoso. Para la decoración y aromatización se usa naranja natural con piel, ralladuras de limón, frutas confitadas (guindas, calabaza…), azúcar y almendras laminadas. Dicen que la fruta confitada, de color rojo y verde, son el símbolo que representa las gemas y esmeraldas que los Reyes de Oriente llevaban en sus túnicas.
Este dulce manjar es actualmente, el dulce típico e insustituible para estas fechas Navideñas en España y en otros muchos lugares. Suele gustar a todo el mundo por su variedad: sin relleno o relleno de nata, crema pastelera, chocolate, trufa… Hay que decir que el clásico es sin relleno o relleno con nata pero con el tiempo van surgiendo cada vez nuevas y más variedades.
Ingredientes (2 roscones de 500 G):
- 500 G Harina de gran fuerza
- 3 Huevos (150 gr)
- 50 G Azúcar común
- 60 G Mantequilla
- 60 Ml Agua de Azahar
- 50 Ml Leche
- 35 G Levadura fresca de panadería
- 10 G Sal
- Ralladura de un limón
- Ralladura de una naranja
- 1 Huevo batido para pintar
- Fruta escarchada, guindas, almendra laminada, azúcar perlado o común para decorar (opcional)
- Nata montada, trufa montada, crema pastelera, cabello de angel para rellenar (opcional)
Elaboración:
Amasar aproximadamente 30 minutos todos los ingredientes excepto la mantequilla, la levadura y los ingredientes para pintar, decorar y rellenar, a mano o a máquina (en este caso utilizar el accesorio gancho de la batidora de mesa o la panificadora en programa “amasado”). Hasta obtener una masa lisa y elástica, que no se pegue en las manos.
Transcurrido el tiempo, cortar la mantequilla en dados pequeños e integrarla en la masa. Este paso es el más delicado y complicado del proceso de amasado, sobre todo si se realiza de forma manual. En este caso, se requiere periodos de amasado intercalados con periodos de reposo de la masa, con el objetivo de que ésta se relaje y destense. Si el amasado se ejecuta con máquina, en este paso no son necesarios los tiempos de reposo.
Cuando la masa esté casi lista y la mantequilla se haya integrado y absorbido, añadir la levadura fresca disuelta en una cucharada de leche.
Seguir amasando hasta que la levadura se disuelva por completo y se obtenga de nuevo una masa fina y elástica. Se sabrá que que el amasado ha finalizado cuando la masa se despegue perfectamente de las paredes del recipiente del robot de cocina o, si el amasado es manual, no se pegue ni en las manos ni en la mesa de trabajo. Si no es así, significa que aún le falta tiempo de amasado. El siguiente paso para garantizar una estructura perfecta de la miga, consiste en realizar la prueba de la membrana. Para entender este término y proceder de forma correcta, se aconseja visualizar el vídeo que se muestra a continuación, pinchando sobre el siguiente enlace.
Formar una bola con la masa y dejarla reposar, en un bol untado con aceite vegetal y tapado con un trozo de plástico film transparente, entre treinta minutos y una hora dentro del refrigerador.
Pasado el tiempo, volcar la masa sobre la mesa de trabajo y dividirla en dos, formando un par de bolas con la masa.
Disponer dos hojas de papel siliconado (especial horneados) sobre un par de bandejas de horno y colocarlas sobre una superficie amplia y que no se vaya a usar durante mínimo de tres o cuatro horas.
Untarse las manos con unas gotas de aceite y tomar entre ellas una de las porciones de masa. Con los dedos abrir un agujero en el centro y estirar la masa hasta formar un rosco con un agujero central amplio, aproximadamente de 15 cm de diámetro.
Colocar la pieza sobre el papel siliconado, con el pliegue hacia abajo.
Proceder del mismo modo con la otra bola de masa y cuando se tengan formadas las dos piezas, pintarlas con huevo batido.
Esperar unos minutos a que el lacado quede prácticamente absorbido por los roscos y cubrirlos con un paño de cocina fino y ligero. Dejarlos fermentar, hasta que hayan doblado su volumen inicial, entre dos y cuatro horas (depende de la temperatura a la que se encuentre la sala, lo óptimo sería entre 26 y 30 C).Tras el periodo de fermentación, precalentar el horno a 190 C calor arriba y abajo.
Al mismo tiempo pintar de nuevo los roscones con huevo batido y decorarlos con las frutas escarchadas, las guindas, la almendra y el azúcar perlado o común (humedeciendo éste último con una gotas de agua) según preferencias.
Hornear los roscones durante 15 o 20 minutos (es aconsejable verter medio vaso de agua o cuatro cubitos de hielo encima de la bandeja base del horno nada más comenzar el horneado, esto aportará humedad al bollo).
Cuando los roscos hayan adquirido un bonito tono dorado, sacarlos y dejarlos enfriar a temperatura ambiente sobre una rejilla.
Una vez fríos, si se desea se pueden rellenar con nata o trufa montada, crema pastelera, cabello de angel…
Los roscones se conservan en perfectas condiciones durante dos o tres días dentro de recipientes cerrados y guardados en un lugar limpio, fresco y seco. Si no se van a consumir en las próximas 48-72 horas, se pueden congelar en bolsas o recipientes herméticos.
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